Cuando salimos de una carrera de ratas… entramos en otra
- Proyecto Analea
- hace 1 día
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Un colega mío, adicto durante tiempo a lo que fuere, me explicaba que una vez que abandonas, sanas y te reciclas de este tormento, el humano se busca otra “fórmula” para tapar el agujero que dejó la primera adicción.
Sabemos que al igual que no toleramos generalmente el silencio, tampoco los vacíos y mucho menos deshacernos de los “tapones” con los que hemos estado llenando ese vacío durante tiempo, tan integrados en nuestra identidad.
Que el humano en nosotros necesita lo conocido aunque duela y nos torture es archiconocido (versión hiperbásica de zona de confort), que el humano hará de la carrera de ratas su vida ideal, también lo sabemos, que salir de ahí no es fácil, no, no lo es, que se requiere la fuerza de la propulsión de un cohete para vencer la resistencia, quizá no tanto, pero sí, quizá una dosis mayor de voluntad y consciencia (más de esto último) y mucho mucho dolor por medio para dejar aquello que, aunque nos lo vendamos como algo pasajero, algo que nos hace felices momentáneamente con un “no pasa nada”, sea lo que sea, pero que nos perjudica profundamente, NO es bueno, ni sano, ni interesante ni recomendable y sí, sí pasa, pasa que nos neutraliza la vida, nos contamina la visión de nosotros mismos y del mundo que nos rodea, que nos impide apostar por nosotros, por nuestros proyectos vitales (nos impide incluso tenerlos) y más allá de lo económico, que la mayoría de las veces lleva este factor acompasado, lo que empieza como probar a ver qué pasa y qué me trae, termina convirtiéndose en el centro, en lo único, en el foco de la existencia y el resto, absolutamente todo lo demás, personas, trabajos, nosotros mismos, queda fuera de la ecuación.
No se trata de bueno o malo, sino de lo que me frena o me apoya en mi día a día. Eso lo decide cada cual.
Hace años vi la rueda de prensa de alguien conocido, no recuerdo quién, que reunió a los periodistas para decirles que había tomado la decisión de seguir bebiendo hasta que el alcoholismo lo matara. Fue muy impactante para mí, pensé que no hablaba la persona, era la adicción la que había tomado absolutamente el mando y el control de su vida. Me resultó muy muy amargo ver cómo alguien pierde el gusto por la vida, por sí mismo y el empeño radical que ponía en ello.
Pensamos que las adiciones vienen sólo de sustancias externas que nos invalidan la capacidad pensante y, si bien esto es cierto, existen otras intrínsecas a cada uno de nosotros, mucho más privadas, difíciles de detectar y no menos complejas de sacar a la luz. Me estoy refiriendo a formas de pensamiento, convicciones, creencias, conductas, hábitos, … que aparentemente nos resultan muy familiares, inocuos e inofensivos, pero que minan nuestras vidas, nuestras relaciones y nuestra capacidad de discernimiento por el bloqueo que supone a la hora de ver el mundo con ese sesgo tan profundo.
Hacer el ejercicio de pensar distinto, de probar cosas y experiencias nuevas, resulta un entrenamiento quizá anodino e ineficaz (incluso burlable y grotesco por su tosquedad) al principio, pero sin duda, es la manera de menor resistencia para iniciar todo un recorrido de profunda transformación en nuestras vidas. Los profesionales de la disciplina que sea están para ayudarnos, muchos y muy capacitados, la cuestión es que la persona quiera y desee ese cambio de tercio, necesario e imprescindible, que abra su brecha para optar a la vida al menos con un mínimo de capacidad decisoria.
No infravaloremos el hábito diario, para bien o para mal, para alcanzar resultados o para dejar de hacerlo o ni siquiera tener ese mínimo de gusto por la vida y el crecimiento propio, sabemos que hay personas así, incluso a nuestro alrededor, y está bien si así lo deciden, la cuestión es incluso si lo están decidiendo o quién o qué decide por ellos en sus vidas.
Las adicciones son como los virus, su función es sobrevivir y perpetuarse, aun a costa del huésped, llegado el caso. Es importante que no olvidemos esto.
Propongo consciencia y acecharnos, no garantiza nada, porque sabemos la facilidad de entrar y salir de situaciones adictivas en el humano, pero al menos tendremos los sistemas de alerta mejor entrenados y activos ante lo que ocurra.
No olvidemos que todo se inicia en un pensamiento, en nuestro mundo más privado, indetectable en ocasiones para el propio sujeto. Por ello insisto en el cuadro de mando, engrasado, a punto, actualizado y con la última versión, aquí no hay bromas ni medias tintas, o lo que sea, que está dentro, no fuera, nos llevará por delante sin apenas resistencia.
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