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El regalo del fracaso o el cementerio de las oportunidades perdidas


Recupero este artículo de hace 3 años y actualizo algunas cuestiones que me parecen interesantes, manteniendo las ideas centrales y el recorrido general.

Todavía recuerdo la frustración que me invadía al escribirlo en 2021 cuando comprendí que había perdido un buen cliente y lo que era todavía más hiriente e insoportable para mí era entender dilapidada su confianza por un auténtico descuido imperdonable y absolutamente evitable por mi parte.

Ayer leía otro artículo en el que se mencionaba esta cuestión desde otro punto de vista y me hizo recordar…

 

¿Cómo reaccionamos ante una gran oportunidad perdida?

Oportunidades surgen todos los días, en el ámbito que sea, un nuevo día lleva inscrito por definición, un nuevo amanecer y, por extensión, 24h. de página en blanco para lo que cada cual desee.

Bien, pero, ¿qué ocurre cuando hemos aprovechado una oportunidad que se nos ha presentado (o que hemos entramado) y que después de tenerla casi a punto, la perdemos por una clarísima actuación inadecuada nuestra?

Lo primero y, por lo general, más difícil, es asumir que la hemos perdido por causas propias, uff, es mucho más fácil echar la culpa a algún otro, pero una vez claramente constatada nuestra responsabilidad (que no culpabilidad), se nos abre la oportunidad real de lectura implicativa en lo ocurrido.

¿Qué quiere decir esto? Que me exijo "leerme" en eso que ha pasado, en esa situación. Cuando perdemos una relación, un empleo, un cliente, ..., aunque nos cueste admitirlo, nos encontramos en la privilegiada antesala de un gran aprendizaje.

¿Cuál ha sido mi papel? ¿Cómo reacciono ante eso y qué haré a continuación?

La frustración, la rabia, el enfado, la autocompasión y la tristeza, en sus distintos grados, suelen ser las reacciones más habituales.

Sí, pero más allá de ellas, ¿qué haremos al respecto?

Normalmente, con la rabia, la queja y el berrinche, pasados unos días de lamernos las heridas, damos por zanjado el asunto. Lo tapamos sin más, al cajón del olvido. Aquí, sí que habremos perdido la oportunidad de manera rotunda, porque el mensaje particularísimo para nosotros, que no se queda en lo meramente visible y adocenado del sentir general del humano, se nos habrá escapado, probablemente, una vez más.

En otro nivel, lidiamos con la frustración en el sentido de reconocerla, asumirla y resignarnos. Algo mejora, quizá podamos reconocer nuestro error una próxima vez antes de reproducirlo, aunque tampoco queda asegurado.

En otro mejor nivel, aceptamos el aprendizaje, asumimos nuestra responsabilidad 100% e integramos el mensaje, no sólo para hacerlo mejor la próxima vez, sino para interrogarnos a nosotros mismos y profundizar al máximo para conocer y develar lo oculto en nosotros que debemos sacar a la luz y corregir (claro, si tenemos a un coach al lado, mucho mejor).

Llegados a este punto, una energía distinta se libera, el aprendizaje se completa y si todo ha sido correctamente registrado, la lección queda aprendida.

... Hasta la próxima, sí, porque el aprendizaje sobre nosotros mismos es para todo el recorrido, para siempre, y ahí precisamente radica la grandeza de la vida, más allá de lo que nos rodea por fuera, todo maravilloso en cualquier caso, estamos nosotros y cada uno de nosotros, pozos sin fondo llenos de vida y propósito, pero para que eso ocurra hay que ponerle ganas y mirar adentro, lo menos apetecible del mundo, pero que sin duda será lo que dé sentido a este transitar la existencia, donde todo es válido, incluido, no hacerlo.

Encuentra la manera de que la oportunidad perdida no se convierta, además y muy lamentablemente, en un aprendizaje perdido. Acepta este fabuloso regalo del fracaso.

 

 

 

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